Vaya, vaya, vaya… la tal Gabrielle resulta ser una mujer vanidosa, provocadora, astuta y divertida… ¡Me gusta! ¿Seguro que no la habré visto en alguna de las celebraciones del gremio? Sin duda se convertiría en el alma de la fiesta. Me pregunto a qué clan pertenece… pero me pregunto aún más que sabe y que no. Por de pronto parece ignorar a que vástagos ha encargado el Príncipe su misión. E incluso parece que esa información es el precio que pide. No tan rápido, querida amiga… Bajo la voz para no irritar aún más a Lord Henderson esperando que ella me imite.
-Lamento no poder informarla acerca de los miembros del club de lectura. Esos caballeros sin duda no apreciarían que fuese soltando sus nombres por ahí. ¡No sin consultárselo primero, claro! En cuanto al cuadro… ¡por supuesto que conozco a Goya! Un artista fenomenal, glorioso e inquietante. El hecho de que muriese exiliado en Burdeos me da esperanzas de que algún Toreador francés tuviese el suficiente sentido común de Abrazarlo. En una tierra dominada por el Sabbath su talento se habría echado a perder, sin duda.
¿Y qué hacías tú, querida amiga, por esas latitudes? Aunque, evidentemente, la cortesía me impide hacer esta pregunta.
-¿Sabía usted que Goya pinto ese cuadro imaginándose el cuerpo desnudo de la condesa de Alba? Un encargo personal de Godoy, su amante. ¿Pondría usted a prueba la imaginación de este viejo pintamonas, o le permitiría recrear todo su esplendor y belleza? Así como los cristianos pintan a quien consideran su madre, la virgen María, tenía en mente hacer un retrato de nuestra querida y perversa Lilith. ¿Me haría usted el honor de posar por él? Si así lo hiciese, mi gratitud seria extrema. ¡Estaría dispuesto a regalarle el cuadro! Eso si su… colaboración en tan encomiable proyecto fuese total, claro. ¡No quisiera que algún energúmeno del West End irrumpiese arruinando tan agradable velada!
Dejo caer el anzuelo de un cuadro a cambio de información, a ver si le complace. Lo que más valora una arpía es la información, claro está, pero esta parece lo bastante vanidosa como para que un retrato suyo, si sale lo bastante bella, sea un buen intercambio. El proceso mismo de ejercer de modelo podría alimentar bastante esa vanidad. Si sigue preguntando quienes son mis compañeros le daré largas, no aceptaré sin consultárselo. Uno no sabe nunca que se trae una arpía entre manos. No puedo evitar sonreír al imaginarme una curiosa situación: mis puritanos compañeros sentados frente a una bella mujer desnuda, mientras la pinto y hablamos de la investigación. No caerá esa breva…
-Le ruego que lo considere, nada me haría más feliz que contar con su presencia en mi humilde morada.- Le digo dándole una tarjeta del Heraclitus. Espero a su respuesta, con la esperanza de que deje caer algo más de información. Si veo que se hace la difícil, me despido con un beso en la mano acompañado de una exagerada reverencia. Algo me dice que una de estas noches aparecerá por mi club. Tras la conversación, me dirijo al Heraclitus con la esperanza de que alguno de mis compañeros haya descubierto algo.
Sir William Hogarth |
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